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Es importante saber hasta donde podemos llegar, para no quedar mal con los clientes y para no descuidar nuestra vida personal, que no es un mito, existe realmente.

La carga de trabajo la podemos definir como la cantidad de proyectos paralelos que podemos acometer sin descuidar ninguno de ellos. Lo mismo que queramos exigir a nuestros clientes, es, por lo menos, lo que nosotros tenemos que ofrecer.

Si sólo tenemos un proyecto, podemos dedicarle a él todo nuestro tiempo y nuestra energía. Si tenemos cinco, no se divide por cinco nuestra efectividad, sino que es mucho peor porque estamos más preocupados. Conforme pasan las horas, estamos menos frescos, con lo cual, los proyectos que vayamos haciendo al final de la jornada tienen una altísima posibilidad de tener errores, lo que implicará tener que corregirlos y habitualmente producirá enfado (justificado) por parte del cliente.

También está el tema de las fechas. No podemos tener tres proyectos que se entreguen en la misma semana, porque lo más probable es que no esté ninguno de los tres, y tener que dar explicaciones acerca de no entregar un proyecto porque estabas dedicando tu tiempo a otro cliente no suele quedar muy bien.

El peligro que existe y que es común a todos los que empezamos es el exceso de ilusión y la falta de planificación. Nos lanzamos a lo bestia a dedicarle todas las horas posibles a nuestros trabajos. Esto es malísimo, por varias razones:

Tenemos que estar al 100% cuando trabajamos, pero también tenemos que estar al 100% cuando descansamos, hay que saber separar y parece fácil, pero no lo es, ya que como habitualmente podemos trabajar desde casa, siempre tendremos la tentación de cerrar algún tema que tengamos pendiente y esto cada vez va minando más nuestro equilibrio entre el ocio y el trabajo.

Si una de las dos cosas cae, arrastrará a la otra, así que cuidado con lo que hacemos.

Diego Pinilla

Responsable relaciones exteriores de MercadoProfesional.com

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